Aprender a reconocer al humano a mi lado por Peter Felsmann, Facilitador de Seminarios Insight Iberoamérica

Hace poco estuve en una conferencia con colegas de Insight y tuve una toma de consciencia que ha mejorado la calidad de mi vida de forma notoria. A continuación les cuento de qué se trata.
Después de tomar el Seminario Insight a los 16 años en 1986, me he enfocado en aprender a aplicar las enseñanzas que Insight da,  convirtiéndome en facilitador para Insight Niños, Adolescentes y Adultos y haciendo lo mejor para cada día ser más amoroso, tener más paz y en especial aprender a mantener Compasión por mí y por mi prójimo. 
Y a pesar de haber avanzado mucho en éste tema, como por ejemplo aceptar a mis padres tal cual son y eran, y a pesar que en general respondo a las ofensas con neutralidad y re-dirección y considerando que soy afectuoso con la gente que quiero, existía aún un área de mi vida en la que todo esfuerzo por Paz, Compasión y Amor al prójimo fracasaba, y fracasaba con todo el estruendo de un demente, gritando en su coche, tocando bocina al son de las palabrotas que brotan de su boca.

Por supuesto me refiero a manejar en el tráfico de la Ciudad de México. 
Empecé a odiar el tráfico en mi ciudad natal, Caracas y fue allí donde refiné mi técnica de manejo. La técnica conocida como “No Dejar Que Me Jodan”.
Tal vez la conoces…

La manera que aprendí a manejar haría que Mad Max sienta vergüenza ajena.
En la conferencia que asistí, justamente tomé un taller cuyo foco era aprender a ver la vida con los ojos del Corazón.
Y gracias a lo que concienticé en ése taller,  decidí “Ver con los Ojos del Corazón” cuando estoy al volante.
Es algo muy sencillo, sin embargo siento es el área adonde he estado fuera de integridad. El enojarme tanto con los conductores que juzgo como desconsiderados, ha sido a principal parte de mi vida adonde no había sabido mantener mi centro amoroso y compasivo con mis hermanos y hermanas.
A través de los ejercicios simples del taller, reconocí que tenía la oportunidad de llevar más Paz a los momentos que estoy manejando en el tráfico de mí querida Ciudad de México.
El método es simple—
(Lo comparto contigo para que si quieres, lo utilices).
Escribí en un papelito adherente  Post-It: “Ve a todos con los Ojos del Corazón” y lo pegué en el tablero de mi coche, al lado del volante.
¡Y ha sido increíble la transformación!
Para empezar, reacciono menos. MUCHO menos.
Y de vez en cuando, cuando alguien hace algo que considero particularmente descuidado, grosero o estúpido (perdón, quise decir “inconsciente”), entro en una reacción que dura medio segundo y de inmediato recuerdo “Ver a todos con los Ojos del Corazón”, e instantáneamente suelto lo ofendido y enojado que me encuentro, le envío “buenas vibras” al otro chofer y regreso a mi centro amoroso.
Entonces, si te sirve de algo mi aprendizaje, éstos son los pasos que yo sigo para poder reconocer a lo sagrado en medio de los desafíos cotidianos:

  • Piensa en la situación donde con mayor facilidad olvidas tu parte pacífica y bondadosa (o la de otros). En mi caso, que alguien maneje mal, descortés o haciendo tonterías
  •  Decide si prefieres a)         seguir teniendo la razón (por ejemplo: “¡No es posible que en ésta ciudad la gente sea tan IDIOTA!”)
    O decide si eliges b) si estás comprometido en ver a persona que te cruzas con “los Ojos del Corazón”.
  • Finalmente, toma la determinación que cada vez que experimentes ira, juicio o impaciencia,  en automático “se active” la compasión (en mi caso, decidí que cada vez que sintiese enojo y juicio en el tránsito de la ciudad, instantáneamente yo me diría la frase: “Ve a todos con los Ojos del Corazón”, y luego enviar buenas vibras al otro automóvil y su chofer.

Estoy encantado con los resultados. Mis días se han tornado más placenteros y puedo ser un alguien que mejora la calidad de todos en mi ciudad. Mi estrés ha prácticamente desaparecido cuando estoy al volante.

Mad Max se ha vuelto “Driving Miss Daisy”

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Espero que te sirva de algo mi aprendizaje. Ahora me toca aplicarlo a la otra área adonde tiendo a olvidar que frente a mí hay un humano, digno de mi compasión: ¡LOS BURÓCRATAS!

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